15.5.10

No he visto que un muerto escriba

  365 días han pasado. Hace exactamente un año, a esta misma hora, pisé fondo. Hace exactamente un año, estaba sola. Sola en toda la extensión de la palabra. Simple y sencillamente sola. Sola.

  La historia empezó con mi sueño guajiro de irme a estudiar al ITESM (Campus Monterrey), con mi examen aprobatorio y con mi excelente historial académico. Me enteré de un concurso para una beca, y entré. Lo hice, sin pensar en lo que pasaría; hasta ese día, el irme a vivir a Monterrey sólo era una no-posibilidad.

  Me pedían que realizara un ensayo y que mandara mi curriculum-vitae. Lo hice. Y me avisaron que estaba dentro del concurso, junto con 99 más. Hubo un proceso de selección, basado en unos datos sobre nuestro status económico, y quedé entre 30. El número reducía conforme se acercaba mayo. Hasta que un día me avisaron que estaba entre los 10 [tipo Big Brother o La Academia] y tendría que viajar a Monterrey a una entrevista con los dueños de la fundación que otorgaba la beca. 

  Lo hice, viaje a Monterrey. Salí un martes en la mañana, y llegué a Monterrey después de dos horas de viaje. Conocí el campus y todas las instalaciones. Y fue ahí donde me comencé a preguntar algo que debí preguntarme hace 3 párrafos arriba: ¿qué es lo que quieres Karla?

  Pase dos días sola, en completa soledad. Soledad donde mi única compañía era yo, y no era el mejor momento para que alguien gustara de mi compañía, incluso yo misma. Hace un año fue mi entrevista, a la cual llegué tarde. Me hicieron muchas preguntas, la cagué en la mayoría. Creo que mi estado de ánimo se notaba a leguas de distancia, y me hicieron la pregunta que tanto temía: ¿estas bien? No supe cuándo, ni cómo, pero comencé a llorar. Me despedí de la coordinadora de la fundación en México, y sólo me dijo: "En tu corazón esta la respuesta. Aquí, en Puebla, en Veracruz, o en donde sea, vas a ser alguien importante; estas llamada a ser exitosa".

  Esa tarde fue la peor tarde de mi vida. El peor día de mi vida. Ese día de verdad me quede sola, incluso Yo no estaba ahí. Inerte mi cuerpo se encontraba, en aquella habitación blanca. Mi alma se encontraba en alguno de sus viajes, pensando, analizando, pero sobre todo, sintiendo.

  Regresé a Veracruz, mucho peor que como me fui. Platiqué con mi madre (la mejor plática que he tenido en mi vida), pues notó que nada andaba bien conmigo. Le comenté lo que sentía, y creo que me vio mal, muy mal.

  A la semana, recibí una llamada de la coordinadora, informándome que no había sido elegida. Ella no lo sabe (y esta es la primera vez que lo confieso), pero antes de que ella me llamara con la decisión de la Fundación tomada, yo ya había tomado la mía.

  Había decidido rechazar una oportunidad "única" como muchos llamaron, había rechazado vivir en un lugar diferente, había rechazado estudiar en una universidad de "prestigio"; pero sobre todo, había rechazado abandonar a mi familia (lo que muchos llamaron mamitis), había rechazado abandonar mis costumbres, había rechazado ser alguien que no soy, había rechazado complicarle la economía a mi familia, había rechazado estar en un lugar que no me motivaba. Había rechazado una beca al 100% en el ITESM.

  La pregunta del millón: ¿Me arrepiento?



























Para nada.

  Podría usted estar pensado: "oh, solo eres una niña boba, cuando crezcas verás la estupidez que cometiste" o podría usted pensar lo que quiera, al fin y al cabo, usted es quien piensa, no yo. Pero créeme cuando le digo que fue la mejor decisión que pude haber tomado. Si me hubiera ido hace un año, no me hubiera enterado de mi extraña enfermedad, no sabría que mi sangre es de las sangres más chafas del planeta. Y lo que hubiera sido más lamentable, si hace un año me hubiera ido a Monterrey, probablemente no estaría escribiendo esto hoy, pues: No he visto que un muerto escriba.         

2 comentarios:

  1. Tomaste la mejor decisión, tenlo por seguro. Más allá de los "beneficios" que te puede traer esa uni, primero esta la salud. Sin salud lo demás carece de importancia.

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  2. Sigo volando, sin saber dónde y cómo terminaré. Tengo exactamente dos semanas para replantearme qué es lo que quiero; si no llegara a tener respuesta, sabría que estoy yendo en la dirección correcta, porque cuando tomé mi decisión estaba totalmente despejada y sana. Hoy no.

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