15.4.10

Una Linda Marcianita Roja

 Había una vez una linda marcianita roja. Ella provenía de algún planeta de la Vía Láctea, ubicado cerca del Brazo de Orión. (No, no del Cinturón, del Brazo)

 Nuestra linda amiga marciana anduvo vagando por varios sistemas solares. Viajo miles de millas intergalácticas, paso de una galaxia a otra, de un planeta a otro, incluso durmió detrás de las estrellas, llenándose de polvo intergaláctico. Todo esto por un único motivo: Él.

 Le habían contado sobre Él, desde muy pequeña. Le decían que era maravilloso, muy muy muy grande, que te hacía feliz muchas veces y, otras tantas, también podía hacerte sufrir. Era algo raro y complejo, por eso ella le buscaba.

 Suponía, debía encontrarlo en algún lugar exótico, tal vez perdido en una selva de malvas alucinógenas. O quizá, se encontraría en aquel palacio que tuvo la oportunidad de conocer (cuando era pequeña); era un lugar solemne, imponente y seguro. Definitivamente ahí debería de encontrarse aquello que ella buscaba, pues el castillo era resguardado, con mucho celo, por 4 gigantes color azul y 2 enanos, cuyas cabellos estaban llenos de ponzoña.

 Decidió ir a aquel castillo, aunque se encontraba a más de 9,386,948,364,986,398,380.02 millas intergalágticas de donde ella se encontraba. Tendría que tomar 96 teletransportadores, y en el último, transbordar al de la línea 678, para después rentar una nave y conducir por 23,454 horas/luz. Después de esto, tendría que dejar estacionada la nave (pues la entrada de naves extranjeras estaba prohibida en aquél planeta) y realizar una pesada caminata espacial. 

 Y así lo hizo: tomó los 96 teletransportadores, transbordó en el último a la línea 678, rento la nave, estacionó la nave, y realizo la caminata espacial, hasta llegar a las entradas de aquel palacio. 


 Preguntóle a los gigantes, si en ese lugar se encontraba aquello que ella buscaba. Los gigantes le negaron la existencia de aquello que ella buscaba en aquel lugar, le decían que en ese lugar guardaban algo mucho mejor que eso, que en ese lugar guardaban dinero. 


 Decepcionada por el resultado de su búsqueda, decidió seguir buscando por el resto del universo, así se llevará toda la vida. Y así lo hizo durante mucho tiempo, llegó a las galaxias más lejanas, buscó debajo de los asteroides más remotos, y no encontró nada. 


 Nuestra linda amiga marcianita desistió, y decidió irse a vivir a un lugar pequeño, algo descuidado. El pequeño y extraño planeta estaba lleno de los pequeños seres que ahí habitaban desde hacía unos cuantos años atrás, le agrado el lugar, al menos no estaría sola.


...


 Un día, durante una caminata de aprendizaje (necesitaba observar a los habitantes de aquel lugar para conocerlos mejor, y actuar como ellos, sin despertar sospechas sobre su proveniencia), se encontró con un habitante de aquel lugar (al que ahora llamaba casa). 


 Era simple, se parecía al resto de los demás. A pesar de esto, nuestra amiga marciana no podía quitarle los ojos de encima, pues, gracias a sus poderes marcianos, podía observar el alma de aquel ser. Era físicamente alto, era formamente alegre, era físicamente guapo, era formamente honesto, era físicamente no-más delgado que ella, era formamente respetuoso, era físicamente de manos grandes, era formamente justo, era físicamente de ojos cafés, era formamente trabajador, era físicamente exquisito, era formamente encantador, y, antes que nada, contenía lo que había estado buscando por todo el universo.


 No podía explicárselo: ¿cómo en aquel ser, tan sencillo, tan él, se encontraba aquello que había estado buscando por tanto tiempo? Era inexplicable. Él la miró, y le sonrió. En ese justo momento lo entendió: "Aquello que tanto anhelas, esta donde menos lo buscas, y llega cuando menos lo esperas." Sin duda, ella había encontrado lo que buscaba: el amor, y lo había encontrado en: ÉL




Aquel extraño planeta es la Tierra,
aquella linda marcianita soy Yo,
el ser de mi descubrimiento: .


Te quiero peque.     
  

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